¿Qué es el “sharenting” y qué riesgos tiene?

Ha pasado ya más de una década desde la gran irrupción de las redes sociales en nuestra vida diaria. Es por eso por lo que ya hay adolescentes cuyas vidas han sido compartidas en estas plataformas desde su nacimiento, sin ser plenamente conscientes de ello o sin haber podido dar su opinión en muchas ocasiones. Y es que cada vez es más popular la práctica conocida como “sharenting”. Pero, ¿qué es exactamente y qué riesgos comporta?

¿Qué es el sharenting?

El término “sharenting” es un anglicismo que se conforma por la suma de dos palabras: share (compartir) y parenting (paternidad). Por este concepto se entiende la práctica de los padres que comparten imágenes e información sobre sus hijos en redes sociales. Así lo define el diccionario británico Collins, que incluyó en 2016 esta palabra1.

El fenómeno no deja de crecer. Una encuesta realizada en 2019 por la empresa de seguridad informática AVG revelaba que el 81 % de los bebés menores de seis meses ya estaba presente en redes sociales e internet, al tiempo que el 5 % de los niños menores de dos años contaba con perfiles en Facebook o cuentas de correo electrónico2.

Hay que recordar que, de acuerdo con la Ley de protección de datos personales y garantía de los derechos digitales, “el tratamiento de los datos personales de un menor de edad únicamente podrá fundarse en su consentimiento cuando sea mayor de catorce años”3. Esto quiere decir que él mismo puede decidir sobre su propia imagen a partir de esa edad.

Esta misma normativa afirma que “los padres, madres, tutores, curadores o representantes legales” deben procurar “que los menores de edad hagan un uso equilibrado y responsable de los dispositivos digitales y de los servicios de la sociedad de la información a fin de garantizar el adecuado desarrollo de su personalidad y preservar su dignidad y sus derechos fundamentales”.

Sharenting: ¿qué riesgos tiene?

La consecuencia principal de la práctica del sharenting, sobre todo cuando se convierte en obsesiva y muy habitual, es que todas las imágenes que se comparten de una persona van creando su huella digital, que permanece prácticamente para siempre en los registros de internet.

Uno de los riesgos más importantes es que, al dar tanta información del niño en internet, en muchos casos es posible suplantar su identidad, no solo en ese momento, sino en cualquiera de su vida.

Por ejemplo, con las preguntas de seguridad que hacen los portales o las propias redes sociales para garantizar un acceso seguro. Antes de la llegada de las redes sociales, solo cada persona o su entorno podía conocer ciertos datos (el nombre de su abuela, de su primera mascota, etc.), si bien ahora muchos de esos datos son totalmente públicos4.

Esa información también puede utilizarse para una práctica muy extendida en redes sociales conocida como “grooming”, que consiste en que un adulto se hace pasar por un menor en redes sociales o en internet para intentar crear una relación de confianza que le lleve al chantaje con fines sexuales5.

Otros riesgos graves del sharenting son, según el Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE), el uso malintencionado de imágenes y vídeos por parte de desconocidos o el ciberacoso escolar6.

¿Cómo hacer sharenting responsable?

Lo cierto es que la mayoría de los padres hacen sharenting de forma inocente, sin darse cuenta de los riesgos que puede acarrear compartir la intimidad de sus hijos, pero los expertos recomiendan tener cuidado.

Desde la Agencia Española de Protección de Datos abogan por el sharenting responsable, es decir, que los padres tomen conciencia de que tienen la obligación de cuidar la imagen y la intimidad de sus hijos, no el derecho a exponerlos7.

“Tu hijo o hija no gana nada con la publicación de las imágenes. Aunque puede que tampoco le afecte negativamente, el saldo rara vez será positivo”, recuerdan desde la Agencia Española de Protección de Datos.

Si al final del día se comparten estas fotos, se recomienda buscar alternativas seguras para mantener la privacidad de los menores lo máximo posible; como puede ser limitar las personas con la que se comparte, tener cuidado con compartir detalles que permitan rastrear la geolocalización así como no subirlas de manera inmediata, o tratar de que a los menores no se les vea la cara, taparla o difuminarla o procurar que salgan de espaldas…

Uno de los mensajes más importantes que transmite la Agencia es que “lo que publicas escapa de tu control para siempre” y que “cuando algo aparece en una pantalla, es susceptible de ser capturado y reutilizado”.

Y, al margen de cuidar la intimidad de los hijos, hay que saber que compartir imágenes de otras personas sin su consentimiento puede constituir una infracción a la normativa de protección de datos.